Amigos y familiares de Francisco de Goya a través de sus retratos

Por medio de los retratos que Goya realizó a lo largo de su vida se pueden rastrear las relaciones personales del pintor.

 

Además de los típicos encargos de burgueses y nobles, vemos en su producción retratística la presencia de personas de su entorno con las que tenía una especial amistad. También quedan algunos retratos de miembros de su familia, aunque no sean muy abundantes. Sin pretender ser exhaustivos, reunimos aquí algunos de esos retratos de su entorno cercano y examinamos la biografía de esos personajes.

Francisco Bayeu (1734-1795)

Goya, en una nota que envió a la Academia de San Fernando en 1828, decía que fue discípulo de José Luzán en Zaragoza, con quien aprendió los principios del dibujo, haciéndole copiar las estampas mejores que tenía; estuvo con él cuatro años. La asistencia de Goya a esta academia de dibujo pudo iniciarse hacia 1759-1760, prolongándose durante cuatro años.

Pero el pintor de Fuendetodos se mostró también en ocasiones como discípulo de Francisco Bayeu. Éste, nacido en Zaragoza en 1734, se había convertido en Pintor de Cámara de Carlos III desde 1767; fue director de Pintura de la Fábrica de Tapices de Santa Bárbara (1783), director de Pintura de la Real Academia de San Fernando y director general de la misma desde dos meses antes de morir en 1795.

El matrimonio de Goya con su hermana, Josefa Bayeu, es una prueba del aprecio y estima de Bayeu por Goya. El enlace se produjo en julio de 1773. Esta unión emparentaba a Goya con un reputado pintor, que actuó como su protector, asegurándose de que no le faltara trabajo y promoviendo su ascenso social. Aseguró a Goya un puesto de trabajo en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara y convenció al cabildo del Pilar para repartir la decoración de algunas cúpulas de la basílica entre él, su hermano Ramón y su cuñado Goya. Incluso consiguió que estos dos últimos fueran ascendidos a pintores de cámara en 1789. En 1786, Goya había sido nombrado pintor del rey también gracias a la mediación de su cuñado.

De los dos retratos que hizo Goya de Francisco Bayeu, destacamos uno que se conserva en el Museo del Prado y que fue realizado en 1795. Se trata de un retrato póstumo, hecho por encargo de su hija, Feliciana Bayeu, para exponerlo en la Academia de San Fernando con motivo de la muerte de su padre. Goya se inspiró para hacerlo en un autorretrato del pintor. Es un retrato de gran realismo que muestra la dignidad y la distinción del retratado. Sostiene un pincel en su mano derecha como símbolo de su profesión; la mano izquierda aparece oculta pues la tenía atrofiada por una caída. Los colores empleados son escasos (sobre todo grises y verdes) y son aplicados con una gran soltura.

 

Martín Zapater (1747-1803)

Martín Zapater fue sin duda el mejor amigo y confidente de Goya. Su familia era bastante modesta. Sus padres vivían siempre en pisos alquilados, en barrios de artesanos. En 1758, a la edad de 11 años, fue acogido o adoptado por su tía doña Juana Faguas, viuda de don Francisco Alduy, de modo que se trasladó a vivir a la casona que éste había mandado construir en 1750 en la calle del Coso, nº 13 (frente al palacio de los condes de Sástago, ), que no ha subsistido. (Véase fotografía). Parece que en un principio viviría allí en concepto de pupilo, como pariente de inferior condición social, más o menos mezclado con la servidumbre y realizando tareas de bajo nivel (pudo hacer en la adolescencia la función de paje, por ejemplo). Pero poco a poco debió de irse ganando la confianza de doña Juana y de su hija doña Joaquina, heredando finalmente gran parte de la fortuna y negocios de la familia.

No se sabe dónde se fraguó realmente la amistad entre Goya y Zapater. Se ha supuesto que en el colegio donde estudiaron, pero no existe consenso sobre el colegio concreto de que se trata. Algunos autores han pensado que Goya estudió en los Escolapios pero la verdad es que Goya nunca menciona expresamente en sus cartas a las Escuelas Pías; además, la vivienda en que Goya pasó su niñez (hasta los 11 años), que estaba en la calle de la Morería Cerrada (actual Plaza Salamero) pertenecía a la parroquia de San Gil, mientras que los Escolapios estaban en la de San Pablo. También se ha sugerido que Goya pudo aprender las primeras letras en los Escolapios y luego Gramática en las Aulas Reales públicas regentadas por los jesuítas. En realidad, Goya pudo haber estudiado en cualquier otro colegio (franciscanos, jesuitas, etc.).

En 1762, la familia Goya se instaló en la subidica del Trenque (más o menos al inicio de la calle Alfonso actual) mientras que Zapater vivía ya en la casa del Coso, de modo que ambos jóvenes vivían muy cerca uno del otro. La amistad pudo surgir por tanto por la proximidad de sus viviendas. Además, se llevaban solo un año de edad (en 1762, Goya tenía 16 años y Zapater 15). Cuando Goya vino a Zaragoza a pintar la cúpula Regina Martyrum, en 1781, Zapater le buscó alojamiento en la casa de calle Coso, nº 11, es decir, casi al lado de su residencia.

La fortuna de Zapater se basó en negocios de arrendamiento de tierras y préstamos a instituciones y personas. En 1779, Carlos IV lo honró con la distinción de noble de Aragón en agradecimiento por la buena gestión que hizo como proveedor de granos para alimentar al ejército español. Zapater fue ilustrado y afrancesado, estando en este sentido bastante en sintonía con Goya. Impulsó instituciones ilustradas, ya que fue socio fundador de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Aragón (1776) y participó en la creación de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis.

Testimonio de la amistad entre Goya y Zapater es la correspondencia conservada entre los dos, así como los retratos que el primero hizo del segundo entre 1780 y 1797.

De las cartas que envió Goya a Zapater se han conservado 147. Se datan entre 1775 y 1779 y son fundamentales para reconstruir la trayectoria vital y laboral del pintor. Goya suele comunicar en ellas asuntos personales e íntimos (como las aficiones, los hijos que nacen o mueren, las enfermedades de él y su familia, sus amistades y mecenas, …) pero también da algunas noticias sobre sus trabajos. Las cartas nos revelan además que Zapater fue encargado por Goya de velar por su familia cuando él estaba fuera.

Aquí presentamos los tres retratos que Goya hizo a Zapater. El primero fue realizado hacia 1780 en Zaragoza y pertenece a una colección privada; Martín era todavía joven (tenía unos 33 años) y presenta un aspecto mucho menos distinguido y más descuidado que en los retratos posteriores.

El segundo retrato fue hecho en otoño de 1790 en Zaragoza y se conserva en el Museo de Arte de Ponce (Puerto rico). Por entonces, Zapater era ya un rico comerciante ennoblecido. Se muestra vestido con elegancia, cercano y atractivo. Se dispone  a leer una carta ante una mesa.

El tercer retrato es de 1797 y pertenece al Museo de Bellas Artes de Bilbao. Zapater era retratado por tercera vez por Goya y entonces se encontraba en Madrid. Tenía 50 años. Según la dedicatoria (“Goya, a su amigo Martín Zapater. 1797”), el retrato fue un regalo y no cobró nada. El formato oval y el tamaño hablan de la importancia de la obra, en que Goya capta muy bien la psicología de su amigo, mostrando su carácter afable y bondadoso.

 

Juan Martín de Goicoechea y Galarza (1732-1806)

Junto a Martín Zapater, fue el amigo más íntimo de Goya en Zaragoza. Nació en Navarra y se instaló en Zaragoza, donde heredó la fortuna de su tío al casarse con la hija de éste. Estudió comercio en la escuela de Lyon y tuvo una gran actividad en el comercio y finanzas de Zaragoza entre 1770 y 1806. Fomentó también la agricultura, la industria y las Bellas Artes.

Fue miembro destacado de la Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País. A través de ésta se creó la Escuela de Dibujo (1784), que él dirigió y a la que donó láminas, esculturas y medios didácticos; además, organizó sus clases, que en un primer momento se ubicaron en la llamada Casa de la Infanta, para trasladarse luego al antiguo Seminario de San Carlos y a principios del siglo XX al Museo de Zaragoza. El profesorado y alumnado de esta escuela de dibujo quedarían luego encuadrados en la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis (que se inició en 1793), en que se dieron enseñanzas de pintura, arquitectura, escultura y grabado. Goicoechea fue vicepresidente perpetuo de esta Academia. Su apoyo a la institución fue decisivo para que saliera adelante.

Goya lo apreciaba mucho, tal y como se refleja en la correspondencia con Martín Zapater, donde aparecen muchos comentarios cariñosos hacia su persona. No en vano, Goicoechea fue uno de los principales protectores de Goya en Zaragoza, hasta el punto de que, por ejemplo, llevó a cabo gestiones para intentar el encargo de la decoración de bóvedas del Pilar a Goya.

El retrato que mostramos aquí se encuentra en el Museo Provincial de Zaragoza. Sería encargado en 1788, momento en que Goicoechea fue distinguido con la Cruz de la Orden de Carlos III, que exhibe en el cuadro, por su actividad de protector de las artes y las letras y de promotor del comercio y de la banca. Aparece en posición de tres cuartos, sobre un fondo neutro de color oscuro. A la altura del pecho muestra la mano derecha parcialmente introducida en el chaleco. Posee mirada viva y penetrante.

 

Luis María de Borbón y Vallabriga (1777-1823)

Incluimos aquí el retrato de Luis María de Borbón y Vallabriga (figura 7), perteneciente a la colección del Museo de Zaragoza, como testimonio de la etapa en que Goya permaneció en la corte del infante don Luis de Borbón, en Arenas de San Pedro (Ávila). El infante don Luis era hijo de Felipe V e Isabel de Farnesio y hermano del rey Carlos III. Don Luis casó con la dama aragonesa María Teresa de Vallabriga en matrimonio morganático, por lo que sus descendientes quedaron privados de derechos al trono de España conforme a lo dispuesto en la Pragmática Sanción de 1776 sobre matrimonios desiguales. Esta pragmática era un intento de Carlos III de garantizar la sucesión de su hijo Carlos frente a los hipotéticos derechos que pudiera reclamar su hermano el infante don Luis, dado que la Ley Sálica exigía que los futuros reyes de España hubieran nacido en España y el futuro Carlos IV había nacido en Nápoles.

Don Luis fue una de las personas reales más cultas e interesadas por las artes del siglo XVIII. En Arenas de San Pedro formó una pequeña corte ilustrada en que reunió a un gran número de artistas y músicos (entre ellos, el italiano Boccherini). Poseía colecciones artísticas y científicas y era un apasionado de la caza.

Goya lo conoció por mediación del hermano del secretario de Vallabriga. Entablaron una relación amistosa y el pintor fue invitado a pasar dos veranos en el palacio del infante (en 1783 y 1784), el cual le encargó numerosos cuadros de él y su familia y le pagó muy bien por su trabajo. Además, se encargó de promocionarlo entre la aristocracia madrileña y los ilustrados de la época. Y a través de él se concedió la capellanía de Chinchón al hermano de Goya, Camilo. En las cartas a Zapater, Goya decía de la familia del infante: “Estos señores son unos ángeles.”

Entre los retratos pintados por Goya para don Luis destaca el famoso cuadro de La familia del Infante don Luis de Borbón y los retratos de los hijos del matrimonio cuando eran niños: Luis María y María Teresa de Borbón y Vallabriga. El retrato de la niña se halla en la Galería Nacional de Arte de Washington mientras que el del niño está en el Museo Provincial de Zaragoza.

Luis María de Borbón  nació en 1777 y cuando fue retratado por Goya en 1783 tenía solo seis años. Aparece en un interior y rodeado de mapas, dada su afición a la geografía. Viste traje de corte con casaca, chaleco y calzón corto en azul-añil, colores representativos de la Casa de Borbón. Poco después de que este retrato fuera realizado, moría su padre (1785).

¿Qué sucedió luego con este niño de aspecto inocente que retrató Goya? ¿Qué carrera tuvo? ¿Se casó y tuvo hijos? ¿A qué edad murió? La verdad es que, contemplando al niño del retrato goyesco es difícil imaginar la vida que realmente vivió, la cual sería digna de una buena novela.

Como vimos, Luis María no podía reclamar derechos al trono en virtud de la Pragmática de 1776. Por si fuera poco, su tío el rey Carlos III dispuso que fuera destinado a la carrera eclesiástica para evitar que tuviese descendencia y así disputara el trono a sus hijos. Pero eso no fue inconveniente para Luis María, dado que poseía vocación eclesiástica. E inició una meteórica carrera que lo llevó a lo más alto de los cargos eclesiásticos. Tras morir su padre en 1785 (él tenía 8 años) fue educado en Toledo bajo la tutela del cardenal Lorenzana. A los 15 años recibió el arcedianato de Talavera. En 1799 (a los 22 años) era ya arzobispo de Sevilla. Poco después era nombrado cardenal. En 1800, se convertía en arzobispo de Toledo. En 1803 recibió el título de conde de Chinchón pero lo cedió a su hermana María Teresa.

En 1808 se produjo la invasión napoleónica. Precisamente él encargaría a Goya los cuadros de La carga de los mamelucos y Los fusilamientos de la montaña del Príncipe Pío el 3 de mayo de 1808. Tras la batalla de Bailén, presidió la Junta Suprema de Toledo para organizar la resistencia a los franceses. Luego hubo de retirarse a Sevilla, convirtiéndose en el único Borbón que permanecía en la zona no ocupada. En 1810 hubo de trasladarse a Cádiz, donde se mantuvo leal a las Cortes de Cádiz y en 1812 reconoció la validez de la nueva Constitución. Incluso aprobó y puso en práctica la abolición de la Inquisición. En 1813, las Cortes de Cádiz lo nombraron Presidente de la Regencia, de modo que fue él el encargado de recibir a Fernando VII en 1814. Perdió el favor del rey por sus ideas liberales pero volvió a tener altos cargos durante el Trienio Liberal (1820-1823). Murió a causa de la gota en marzo de 1823, cuando tenía solo 45 años, librándose así de la represión de Fernando VII contra los liberales al retomar el poder.

 

Javier Goya (1784-1854) y Gumersinda Goicoechea (1788- )

De los siete hijos de Francisco de Goya y Josefa Bayeu, solo Javier (nacido en 1784), llegó a la edad adulta. En 1805 casó con Gumersinda Goicoechea y Galarza, hija de Martín Miguel de Goicoechea, importante comerciante que ocupó desde 1805 un puesto muy importante del Banco de San Carlos; él y su familia se convirtieron en los principales accionistas de la Compañía de Filipinas.

Para Goya fue una buena noticia la boda de Javier, ya que emparentaba con una acomodada familia burguesa; el pintor ofreció a su hijo compartir su domicilio o cederles una casa en la calle de los Reyes de Madrid, que es lo que al final hicieron. No se sabe que Javier Goya desempeñara profesión alguna; en el registro de su boda aparece como pintor aunque no se conoce ninguna obra suya. Goya, al que la situación de su hijo provocó muchas preocupaciones, consiguió para la pareja a través de sus contactos diversas rentas anuales. El único nieto que dieron a Goya, Mariano, nació en 1806. Se dice que Gumersinda era aficionada al lujo y que Goya nunca se llevó demasiado bien con ella.

Con ocasión de la boda de Javier y Gumersinda (1805), Goya realizó el retrato de los novios y de los padres y hermanos de la novia (un hermano y tres hermanas) y tal vez el suyo y el de su mujer. Era un homenaje a la familia política del hijo del pintor. Eran retratos en miniatura hechos al óleo sobre finas planchas de cobre, ocupando la superficie de un círculo de solo 8 a 8,9 cm de diámetro. Goya puso una gruesa capa de preparación de color marrón rojizo oscuro cubriendo las láminas de cobre, sobre la cual pintó directamente; esta capa marrón le sirvió para crear sombras y dar corporeidad a los rostros y a la vestimenta.

Técnicamente, se trata de obras de total maestría. La pincelada es rápida y suelta pero fina y precisa, representando muy bien el detalle (se recrea en efectos de encajes y telas). La gama de colores es muy variada. Por otra parte, son retratos de gran expresividad y reflejan muy bien la personalidad de la persona retratada. Cada personaje queda individualizado por sus rasgos y su expresión y al mismo tiempo por su posición.

Los retratos de Javier y Gumersinda fueron adquiridos por el Museo de Zaragoza en 2003. Los esposos hacen pareja y  se disponen enfrentados. El retrato de Javier ofrece rostro juvenil y gesto melancólico y refleja probablemente su debilidad de carácter. Viste levita abotonada y el cuello levantado por donde asoma la camisa blanca.

Gumersinda , por el contrario, muestra un gesto distante, huidizo, tal vez algo orgulloso. La mirada se dirige directamente al espectador. Presenta el porte distinguido y la elegancia propias de una joven de buena familia. Se cubre con un sombrero de mimbre decorado con un lazo rosa; lleva vestido de encaje, con ligero escote, cuyas transparencias Goya consigue mediante pinceladas fluidas o empastadas.

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