La efímera belleza de un cerezo en flor.

Acercamiento a las creencias y prácticas funerarias japonesas con motivo de la exposición La mujer en Japón en el Palacio de Sástago de Zaragoza.

Las milenarias tradiciones religiosas del Japón se asemejan bastante más de lo pudiéramos pensar en un principio, a las occidentales. Desde cómo fue el origen de los tiempos, en el que los primeros dioses ancestrales crearon a dos seres divinos, un hombre y una mujer hasta la relación de este fascinante pueblo con la cultura de los difuntos.

La mitología japonesa es una compleja suma de creencias y mitos. La mayoría de las leyendas japonesas basan sus orígenes en los libros más antiguos sobre la historia del Japón, el llamado Kojiki y el Nihonshoki, en ellos se encuentra el relato sobre el origen de la muerte según dicha mitología.
El sintoísmo absorbió estas creencias así como muchas otras. La religión autóctona por así decir del país, no contradice muchas otras corrientes cómo es el budismo, sin duda la que más les ha influido a lo largo de la historia. Por ejemplo en el budismo consideran el concepto de “mujo”, es decir de la transitoriedad o no permanencia, por lo que nada es eterno. En un país sacudido a lo largo de la historia por tifones, terremotos e incendios continuos, este concepto está en la base de su actitud ante la vida. Es lo que se conoce como “Mujo”, es decir la no permanencia o transitoriedad, que no hay nada eterno.


Para los budistas la muerte tiene un gran significado en contraposición a las creencias sintoístas. Como algo que es inevitable, es el principio de una nueva etapa. La creencia budista enseña que “todas las acciones que hagas en vida influyen en el cómo será tu muerte”. De ahí la costumbre de realizar un ritual de “purificación” al difunto consistente en numerosos rezos por el alma del fallecido.
Comienza para el difunto un nuevo modo de existencia, en la que todas las fuerzas kármicas que acumuló durante el curso de su vida se activan para determinar la nueva forma en la que va a renacer. Los supervivientes también son conscientes de la importancia de estos hechos, la muerte es un recordatorio
poderoso y continuo de la impermanencia y la citada transitoriedad.
Digamos que como para los occidentales la muerte es parte de la vida, su aceptación se ve incluso físicamente en la incorporación de los cementerios en el entorno urbano. Rodeados de frondosa vegetación los cementerios japoneses son lugares bellos perfumados de continuo incienso que se coloca sobre las tumbas.


Al igual que ocurre aquí, aunque solo sea llegadas estas fechas, las familias suelen ir a visitar estos lugares a menudo, como costumbre limpian la tumba con agua, depositan flores, queman incienso y le dedican rezos a sus antepasados.
En memoria de los fallecidos en el entorno urbano son muy habituales desde los años 90 y dadas las lógicas necesidades de espacio en toda la isla, los llamados Jumokusō o “entierros de árboles”. Las familias colocan las cenizas en el suelo plantando un árbol para marcar su espacio de descanso final en un lugar que se considera sagrado.
Esta práctica se relaciona con la tradición espiritual del Japón, tanto la sintoísta originaria, cómo el budismo. La primera valora todas las manifestaciones vitales del universo, según la cual hay un intrínseco valor espiritual en la vida que termina dando lugar a una nueva. A la vez el budismo que también considera a las plantas como seres sensibles, lo entiende como continuación del ciclo de reencarnación para el alma que partió. Las semillas encarnan un componente vivo de este camino, y por lo
tanto, deben de protegerse con el mismo honor.


Otra de las creencias sobre la muerte en Japón es sobre la existencia de los “Shinigamis”, peculiares criaturas que pertenecen al folclore y a la mitología japonesa y que gracias a series y cómics manga son muy populares desde las últimas décadas.
No existe unanimidad con respecto a si estos son seres de carácter positivo o todo lo contrario. Algunos los consideran seres viles que para no desaparecer son los encargados de decidir quienes viven o mueren y que subsisten alimentándose de las almas de los seres que poseen.
Otros en cambio piensan que son quienes ayudan a los espíritus a obtener su descanso en la eternidad, es decir que son guías de las almas.
Por último citar el Festival O-bon que se podría equiparar a nuestra festividad de Todos los Santos/ Fieles Difuntos. Una fiesta tradicional muy importante para los japoneses y que se desarrolla durante tres días en el mes de agosto. A través de diferentes cultos y actividades, se conmemora a los difuntos, a todas aquellas almas que vuelven por esta festividad rodeadas de música, alegría y sobre todo respeto.


La actual exposición del Palacio de Sástago pretende abrir nuestra mente y nuestra percepción a otras ideas, creencias y aspectos culturales. Resulta muy enriquecedor apreciar los matices, a veces
sutiles, que unen a los pueblos en temas tan trascendentales cómo este. Siempre podemos aprender lecciones de vida.
“¿A quién podría
preguntar para saber
sobre mi vida?
¿Por qué yo no conozco
ni el principio ni el final?”
Poema relacionado con la novela, la primera considerada moderna de la literatura universal, escrita por la autora Murasaki Shikibu alrededor del año 1000 de “Genji Monogatari” o “Historia del príncipe Genji”, un personaje masculino épico parangonable a nuestro Don Juan Tenorio.

Nota: La exposición “La mujer en Japón. Cuatro siglos de Ukiyo-e y Shin Hanga” de la Colección Pasamar-Onila podrá admirarse en el Palacio de Sástago de Zaragoza, propiedad de la Diputación Provincial hasta finales de año.

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