Más que palabras.

La historia y la tradición que se protege y construye con acuerdos. La Cofradía de las Siete Palabras y la Diputación Provincial de Zaragoza.

 

La Semana Santa de Zaragoza tiene muchas particularidades en comparación e incluso en contraste con otras del territorio nacional. Una de ellas es que muchas imágenes que procesionan en esos días no reciben un culto continuado o si quiera pueden ser contempladas aparte de esos días. Guardadas en almacenes, estancias parroquiales y otros lugares dignos solo unas pocas pueden ser contempladas por los fieles o visitantes.

No trataremos aquí de hacer una crítica a esta práctica pues cada Cofradía tiene sus propias particularidades y gestiona diversas circunstancias, pero resulta muy llamativo que nuestra ciudad no tenga un espacio común que hable de la importancia de esta celebración de arte y fe que es la Semana Santa. Un espacio para entender no sólo la evolución histórica si no la contemplación de los muchos tesoros patrimoniales que custodian las Cofradías.

Quizás uno de los pocos espacios para esa interpretación de la historia y legado de la Semana Santa sea la Iglesia de Santa Isabel de Portugal. 

Desde allí no solo tiene salida la Procesión General del Santo Entierro si no que tienen su sede varias de la Cofradias con más historia de la ciudad, como ahora veremos destacando la trascendental “Muy Ilustre, Antiquísima y Real Hermandad de la Preciosísima Sangre de N. S Jesucristo y Madre de Dios de Misericordia”.

La historia de la Cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista se entrelaza de manera profunda con la de algunos de los espacios más emblemáticos del patrimonio de nuestra ciudad, entre los que destaca especialmente esta citada: la Real Capilla de Santa Isabel de Portugal. Este templo joya del Barroco y referente histórico-artístico se encuentra bajo la tutela de la Diputación Provincial de Zaragoza, que a lo largo del tiempo ha jugado un papel esencial en su conservación.

Fundada en febrero de 1940, en el seno de la Juventud masculina de Acción Católica de Zaragoza, bajo el impulso de mosén Francisco Izquierdo Molíns (1903-1973) es conocida todavía cómo la “cofradía de los tambores”. Este sacerdote y canónigo que dedicó su vida al apostolado seglar fundando obras de gran trascendencia social como el Stadium Casablanca, trajo los tambores de su tierra natal, el Bajo Aragón.

La Semana Santa de Zaragoza le debe mucho a esta Cofradía pues junto con la “Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro”, la primera Cofradía penitencial contemporánea en 1937, marcó un hito ya que con doce tambores fue la primera en incorporar este sonido que es hoy asimilado completamente como emblema y protagonista. Si bien en aquella Semana Santa de plena posguerra fue todo un llamativo escándalo cómo bien recordaban las personas de edad, también fue la primera en 1970 en incorporar los bombos.

Desde que las imágenes del paso titular de la llamada “Tercera Palabra” fueron esculpidas en 1948 por el zaragozano Félix Burriel (1888-1976), la Cofradía manifestó su deseo de dotarles de un espacio digno, tanto para la veneración continua como para su conservación.

Recordemos que lo que representa esta “Palabra”, escrito por el propio discípulo años más tarde en su Evangelio, es la entrega de María, la madre de Cristo, al apóstol San Juan en representación de toda la Humanidad:

“Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”. Juan 19:26-27

Tras un intento fallido de establecer su ubicación en la iglesia de Santiago el Mayor fue la conocida popularmente como iglesia de San Cayetano la que acogió finalmente las imágenes en un altar que había quedado vacío en 1943, tras la marcha a la iglesia parroquial de San Miguel de la Cofradía de Jesús Nazareno.

El acondicionamiento de este nuevo altar lo proyectó Ángel Lalinde Acereda y fue ejecutado por el escultor Pérez y el pintor Miguel Alcantarilla. Este espacio fue inaugurado con solemnidad en 1951. Como curiosidad fue dotado de un cargo específico dentro de la Cofradía que se encargaba de la limpieza y embellecimiento del altar: el Lucero o Luminero.

Décadas después con los cambios promovidos por la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II se hizo necesaria una profunda renovación, no solo en este espacio, como es lógico, sino en todo el templo y en toda la Iglesia, de manera más amplia.

En colaboración con la histórica Hermandad de San Joaquín y la Virgen de los Dolores se reordenó el altar quedando presidido por la imagen de Cristo crucificado, acompañado por San Juan y la Virgen. Lo más llamativo de este altar, al igual que el de San Joaquín, situado enfrente a los pies del templo, es el tornavoz del siglo XVIII que lo corona. Procedentes de los antiguos púlpitos estos habían sido retirados precisamente tras la reforma del Vaticano II, cuando ya no eran necesarios para la predicación.

Año clave de la relación entre la Cofradía y la Diputación Provincial sería 1999. Con el deseo de asegurar la permanencia de su altar y para facilitar los preparativos de Semana Santa, la Cofradía inició gestiones oficiales con la institución política propietaria del templo. La reunión celebrada el 31 de marzo de ese año entre el Presidente José Ignacio Senao Gómez y el Hermano Mayor Pedro J. Hernández Navascués culminó con un convenio de colaboración indefinido y gratuito. Recogido este acuerdo en el Boletín Oficial del 9 de junio de 1999, garantizaba a la Cofradía el derecho del uso del altar y demás dependencias para sus actividades litúrgicas y de organización.

Este entendimiento entre la Cofradía y la Diputación no solo consolidó un espacio de devoción en el corazón de Zaragoza, un espacio único como es la Real Capilla de Santa Isabel, sino que también simbolizó el compromiso institucional con la preservación de las tradiciones religioso-culturales de la ciudad.

A través de esta colaboración, se pone en valor la función de la Diputación Provincial no solo como gestora del Patrimonio sino también como aliada de las expresiones de fe que, como el Paso de la Tercer Palabra, forman parte de la identidad colectiva de Zaragoza.

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