ENRIQUE GONZÁLEZ: UNA MIRADA A LOS CLÁSICOS

La sala Cuarto Espacio de la Diputación Provincial de Zaragoza ofrece es estos momentos, una exposición del pintor madrileño Enrique González titulada “Una mirada a los clásicos”.

 

Nacido en 1968 y de formación autodidacta, su producción pasó en un principio por numerosos estilos pictóricos, además de practicar el grabado y la litografía. Desde aproximadamente el año 2000, su pintura adquiere un estilo propio, desarrollando un camino sólido que se ve plasmado en los ejemplares de esta exposición.

Las directrices que guían su obra son la búsqueda del origen de lo humano y del misterio de la vida, además de la belleza. Trata de retomar lo mejor de la pintura y recuperar su dimensión poética y metafísica brindando al espectador una serie de símbolos o metáforas en sus cuadros.

Aunque hay alguna litografía (Dos bañistas, Tres bañistas), técnicamente la mayor parte de las obras de la exposición son óleos sobre tabla combinados con pan de oro o de plata.

Los cuadros de la exposición se desarrollan dentro del marco de la figuración. Ofrecen interés por la figura humana, el paisaje, el bodegón y pequeñas aves. Éstas ocupan algunos cuadros en solitario (Golondrina y sombra, Canario rojo, Jilguero con dos manchas blancas) o se combinan con otras figuras.

Tal como indica el título de la exposición, se observa como característica importante la utilización de imágenes creadas por grandes artistas del pasado. Él las reinventa indagando en ellas, actualizándolas, mostrándonos nuevos enfoques, buscando lo que hay más allá de la apariencia. Así, en Valloton retoma Las meninas de Velázquez; en Lección de naturaleza muerta, reutiliza la Lección de anatomía de Rembrandt. A la pintura del Perro semihundido de Goya se la convierte en biombo y se le añaden pájaros que no existían inicialmente. Realiza también reinterpretaciones de la obra de Vermeer (Subtil Vermeer) o Leonardo (Dama de Leonardo con carbonero).

Dentro del estilo actual de González, uno de los rasgos característicos es la distorsión y la manipulación de la realidad. A veces lo consigue con la deformación del cuadro, especialmente en sentido vertical (Canario rojo, Subtil Vermeer, Dama de Leonardo con carbonero, Valloton). Otras veces, incluye en una esfera o burbuja a los personajes de un cuadro clásico para llamar la atención sobre los logros fundamentales del cuadro y mostrar lo que hay más allá de lo evidente.

La obra de González también muestra un halo de misterio, un resquicio oculto que no podemos explicar con claridad. Esto se manifiesta a veces en la ocultación de parte del cuadro por medio de dorados o de brochazos de pintura (Baco, Elen, Óvalo con rojo) o el empleo de ranuras por las que asoma una parte del cuadro (por ejemplo, en La meditación de Alice). A veces, el misterio se consigue con atmósferas lúgubres y tristes, como en la obra Acantilados, que sugiere un naufragio, pero también con imágenes más cotidianas como la de un niño en The child who traveled in time o David, en que dos personajes a contraluz divisan un bello paisaje.

Finalmente, hay que hacer notar la presencia de cuadros más realistas, como los bodegones, y los centrados en la figura humana, como Arlequin with white face, o los desnudos femeninos representados por Bañoval y Barn, aunque el misterio nunca desaparezca del todo.

 

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